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A principios de la década de 1990, una joven científica llamada Claudia Sheinbaum se mudó con su familia desde Ciudad de México al norte de California, donde estudió en el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley.
Sheinbaum vivió en una residencia proporcionada por la Universidad de Stanford con sus dos niños pequeños y su esposo, quien estaba estudiando un doctorado allá. Durante cuatro años, Sheinbaum se sumergió en la vida de una inmigrante académica en un campus estadounidense.
Asistió a una clase impartida por el futuro secretario de Relaciones Exteriores de México. Salió en la primera plana del periódico estudiantil The Stanford Daily por protestar contra el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Encontró amistades que extrañaban México tanto como ella. Para las personas que la conocieron, Sheinbaum lucía completamente cómoda en California, transitando con facilidad por el mundo académico estadounidense.
“Hubieran sido profesores, hubieran podido hacer sus vidas acá”, dijo Alma González, una amiga cercana de Sheinbaum en California. “Pero decidieron regresar”.
Ahora, tres décadas después, ha sido elegida como la próxima presidenta de México y está a punto de convertirse en la primera mujer que liderará el país. Tomará posesión en octubre. Al mes siguiente, los estadounidenses votarán para mantener a un presidente que ha estabilizado las relaciones con México o hacer regresar a un líder que ha amenazado y menospreciado al país.
En un momento tan decisivo, la estancia de Sheinbaum en Estados Unidos y su trato con funcionarios estadounidenses a lo largo de su carrera brindan pistas cruciales sobre cómo manejará los asuntos de mayor envergadura en las relaciones con Washington.
A continuación, cinco cosas que hay que saber.
Sheinbaum vivió cómodamente en California
De 1991 a 1994, Sheinbaum vivió en el área de la bahía haciendo investigación sobre el uso de la energía en México. Ella, su esposo y sus dos hijos vivían en una casa modesta, que tenía de vecinos a estudiantes de distintos países, según el biógrafo de Sheinbaum y dos personas que la conocieron en ese momento.
“Me dijo que fue una época muy bonita de su vida”, dijo Arturo Cano, periodista que escribió una biografía de Sheinbaum. “Las puertas traseras daban a un patio común y los niños se la pasaban jugando con niños de todo el mundo”.
En ese momento, los mexicanos de izquierda como Sheinbaum tenían razones para desconfiar de Estados Unidos. El gobierno de George Bush acababa de invadir Panamá, como parte de una historia de intervenciones de Estados Unidos en América Latina. Bush también respaldó al presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari, que fue ampliamente acusado de fraude en su victoria electoral de 1988 por encima del contendiente de la izquierda.
Pero el laboratorio estaba a pocos pasos del campus de Berkeley, una institución conocida por su activismo social, lo que le permitió a Sheinbaum asomarse a un lado diferente de la vida estadounidense.
“Estar en Berkeley es estar donde comenzó el movimiento por la libertad de expresión”, dijo Harley Shaiken, quien fue la presidenta del Centro de Estudios de América Latina en Berkeley de 1998 a 2021. “Ella aprecia aspectos de la cultura de EE. UU. que han mostrado el lado de la participación popular y los movimientos sociales”.
Protestó contra el TLCAN
Mientras estaba en el laboratorio, Sheinbaum asistió a una clase en la Universidad de California, campus Berkeley, sobre las relaciones entre EE. UU. y México, según Jorge Castañeda, quien impartía el curso. Castañeda después se convertiría en el secretario de Relaciones Exteriores del gobierno de centro-derecha del presidente Vicente Fox, pero dijo que en ese momento era cercano a Sheinbaum y a su esposo.
“Disfrutaban del área de la bahía”, dijo Castañeda en una entrevista. “Al mismo tiempo, eran los típicos mexicanos de izquierda que no estaban contentos con Estados Unidos”.
En clase, Sheinbaum y sus compañeros examinaron las “tensiones, diferencias y conflictos” así como el “estrechamiento de los lazos económicos” entre los dos países, según la copia del temario proporcionado por Castañeda.
La controversia más apremiante en el momento era la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que fue criticado por mexicanos de izquierda porque creían que “le pondría fin a la industria y agricultura mexicanas”, dijo Castañeda.
Cuando Salinas de Gortari dio un discurso en Stanford, el periódico de la universidad publicó una fotografía de Sheinbaum protestando con un cartel que decía en inglés: “¡Comercio justo y democracia ya!”
El tratado de comercio, que entró en vigor en 1994, fue revisado durante el gobierno del presidente actual, Andrés Manual López Obrador, y se espera que sea revisado durante el sexenio de Sheinbaum. La virtual presidenta electa expresó escepticismo este año sobre los beneficios a largo plazo del acuerdo original, al decirle a un grupo de representantes de intereses privados estadounidenses en México que “el desarrollo se sustentó en los bajos salarios, en la mano de obra barata”, según reportó un medio nacional, y declaró que con el pacto “no se generó el bienestar que queríamos”.
Pero no parece que los planes de Sheinbaum sean frustrar el acuerdo contra el que protestó hace dos décadas. En abril, dijo públicamente que era “factible hacer esta revisión sin grandes problemas”.
Entiende la experiencia migrante
Una de las mejores amigas de Sheinbaum en California, según le dijo a su biógrafo, fue Alma González, docente que migró a Estados Unidos para encontrar un empleo mejor pagado.
Ahora, González es investigadora clínica en la Universidad de Stanford, pero en aquel entonces limpiaba casas para subsistir. Según González, Sheinbaum y su esposo nunca actuaron de manera denigrante hacia ella.
Las dos mujeres compartían la nostalgia por su hogar. Cantaban boleros juntas y se pasaban las tardes buscando auténtica comida mexicana en comunidades de personas migrantes a lo largo del área de la bahía, declaró González.
“Ella entendía muy bien todo ese asunto de realmente estar acá, añorar estar en México”, dijo González, quien tenía miembros de su familia indocumentados en ese momento. “A ella le pesaba que hubiera personas que tuvieran que venirse a trabajar acá y no tuvieran la posibilidad de ir a ver a sus familias.”
Ambas lamentaban “las policies que no hay para ir y venir legalmente”, dijo González, “que podríamos tener si hubiera una prioridad de los dos países”.
Esta experiencia podría explicar en parte por qué Sheinbaum “ve el futuro de los migrantes mexicanos en Estados Unidos como el asunto migratorio más importante con el que necesita lidiar”, afirmó Andrew Seele, el presidente del Instituto de Política Migratoria, una organización de investigación no partidista con sede en Washington.
Un ‘optimismo cauto’ sobre su estrategia de seguridad
En años recientes, los grupos criminales en México han expandido su dominio a lo largo del país, dicen los expertos, contrabandeando grandes cantidades de opioides sintéticos a lo largo de la frontera con EE. UU. mientras asesinan a mexicanos a su antojo.
Unos funcionarios estadounidenses afirman de manera privada que creen que la coordinación de seguridad podría mejorarse con Sheinbaum. Como jefa de gobierno de Ciudad de México, empleó una estrategia diferente a la de López Obrador, proporcionando fondos a la fuerza civil policial, mientras que él se apoyó fuertemente en los militares.
Aumentó los salarios de los policías y su gobierno colaboró bien con las agencias del orden público de EE. UU. para confrontar a grupos criminales, según funcionarios estadounidenses y expertos. Los homicidios y otros crímenes violentos cayeron en picada.
“De hecho, han cooperado muy bien con las agencias de EE. UU. en términos de seguridad en Ciudad de México”, dijo Lila Abed, la directora en funciones del Instituto México del Centro Wilson, quien dijo que había un “cauto optimismo” sobre la estrategia de Sheinbaum para combatir la violencia.
Juan Ramón de la Fuente, quien recientemente fue nombrado secretario de Relaciones Exteriores en el próximo gobierno de Sheinbaum, dijo en una entrevista que vio potencial para una mayor colaboración de seguridad con Estados Unidos bajo el liderazgo de Sheinbaum.
“Todos reconocemos que necesitamos colaborar y que necesitamos trabajar juntos de manera más eficaz”, dijo de la Fuente.
Habla inglés
Cuando Sheinbaum recibió su primera llamada con el presidente Joe Biden este mes, el traductor se desconectó de la línea inesperadamente, de acuerdo a dos funcionarios con conocimiento de la llamada que no estaban autorizados a hablar públicamente.
Así que Sheinbaum decidió dirigirse a Biden en inglés, y desde ese momento los dos líderes se comunicaron directamente, sin recurrir a intérpretes.
Fue un cambio notable con respecto a su mentor, López Obrador, un líder nacionalista que desarrolló una relación de trabajo fluida con el expresidente Donald J. Trump y con Biden en gran medida por su ayuda para asegurar la frontera.
Pero López Obrador también ha recurrido a sus intérpretes para comunicarse con los funcionarios de EE. UU., ha viajado poco fuera del país y ha despotricado contra la política exterior “intervencionista” de Washington.
“La relación entre EE. UU. y México es tan profunda y tan multifacética que ser capaz de comunicarse de manera directa, sin intérpretes, puede ser en verdad importante”, dijo Shannon O’Neil, una especialista en México en el Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos. “Tener una relación personal cercana es verdaderamente importante y todo empieza con el lenguaje”.
Emiliano Rodríguez Megacolaboró con reportería. Kirsten Noyescolaboró con la investigación.
Natalie Kitroeff es la jefa del buró de redacción del Times en Ciudad de México, que lidera la cobertura de México, Centroamérica y el Caribe. Más de Natalie Kitroeff.