Con anillo de compromiso, pero sin novio

Con anillo de compromiso, pero sin novio

Al principio, me sentía culpable por haber guardado el anillo en mi joyero, metido en un pliegue de terciopelo rojo, sobre todo porque veía el diamante todos los días mientras me vestía para ir a trabajar. Pero con el tiempo me sentí liberada, con las manos libres, sin el peso del anillo y todo lo que simbolizaba.

Al final de su vida, Steve me dijo que quería que encontrara a otra persona a la que amar. Yo siempre le respondí que no quería a nadie más. Después de su muerte, realmente creí que nunca volvería a enamorarme. No podía concebirlo. Pero tres años después, para mi sorpresa, me enamoré. Cuando esa relación terminó me volví a enamorar, y luego otra vez. Pero nunca me he casado, así que nunca he vuelto a estar formalmente comprometida, con un anillo para sellar el trato.

Hoy, décadas después, aún conservo el anillo. De vez en cuando, cuando abro mi caja de seguridad a prueba de fuego para guardar documentos, veo el anillo en su cajita negra, en una bolsita con el certificado de LeRoy’s Jewelers, que garantiza que el diamante fue tallado y pulido “por un maestro artesano” que creó una “gema de absoluta belleza”.

El diamante brilla intensamente y el anillo de oro sigue reluciente, sin la suciedad del uso diario. Cuando Steve me lo dio, yo estaba por debajo de mi peso debido al estrés de cuidarlo y la tristeza de verlo sufrir, así que le puse un ajustador. Ahora ya no me queda bien; es demasiado pequeño. Eso me parece adecuado.

No necesito el anillo para siempre recordar y nunca olvidar a Steve; esa experiencia es imborrable. Aun así, me consuela saber que está ahí, en mi caja a prueba de fuego. A salvo en mi caja fuerte.

Maureen Stanton es una escritora que vive en Georgetown, Maine. Su autobiografía, The Murmur of Everything Moving, se publicará en la primavera de 2025.

by NYTimes